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La hoguera de las vanidades: la gran quema de libros en Florencia

AutorAlfredo Álamo el 8 de febrero de 2017 en Divulgación
  • En 1497 se levantaron grandes piras para eliminar el pecado.
  • Se quemaron numerosos libros de gran valor histórico.

Quema de libros en una hoguera.

El monje Girolamo Savonarola era especialmente duro con cualquier visión del pecado y el paganismo. Heredero de las enseñanzas de Bernardino de Siena, él y sus seguidores viajaban por el norte de Italia predicando la palabra del señor y destruyendo obras de arte que les parecían merecedoras del fuego purificador. Sin embargo, en febrero de 1497 entraron en Florencia, en plena celebración del carnaval -una de sus fiestas más odiadas- logrando una de las mayores piras de la época.

La idea de Savonarola era deshacerse de todos los objetos que pudieran llevar al pecado, no sólo obras de arte, así que gran parte de la hoguera correspondía a cosas tan mundanas como espejos, cosméticos, perfumes, trajes de fiesta, instrumentos musicales o incluso naipes. Todo estaba bajo sospecha bajo los ojos de estos radicales.

Hay que tener en cuenta que la Florencia del siglo XV estaba bajo el dominio de los Medici, una de las familias más conocidas por su mecenazgo a artistas del Renacimiento. Savonarola estaba en contra del neopaganismo que advertía en la recuperación de temas clásicos, así como de los supuestos excesos que las nuevas clases altas disfrutaban gracias al auge del comercio.

Esos carnavales no sólo acudieron a por objetos banales. La gran hoguera de las vanidades, como así acabó llamándose, arrasó con numerosas obras de arte, como estatuas o cuadros. Se dice que el propio Boticelli quemó algunos de sus cuadros, siendo como era un seguidor de Savonarola.

En cuanto a los libros, muchos tesoros acabaron ese día dentro de la hoguera. Florencia era un lugar clave dentro de la conservación y expansión cultural del momento, así que albergaba cientos de libros clásicos, manuscritos irremplazables cuyos temas, sobre al amor, la magia, la música o la historia clásica, acabaron como pasto de las llamas. Se perdieron obras de Ovidio, Dante o el poeta latino Propercio. Ni que decir tiene que obras como el Decamerón de Bocaccio fueron especialmente perseguidas.

Aquellos que se resistieron a los seguidores de Savonarola fueron forzados a entregar sus libros y obras de arte. Los Piagnoni, como así se llamaban, arrasaron con gran parte del legado cultural de la ciudad.

Sin embargo, estos hechos no pasaron desapercibidos, ni para los Medici, obviamente, ni para el Papa Alejandro VI, el cual excomulgó a Savonarola en 1497. Un año después fue crucificado y quemado en su propia hoguera. Todos sus escritos acabaron censurados, del mismo modo que él quiso censurar los de los demás.

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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