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El ladrón arrepentido

AutorGabriella Campbell el 11 de mayo de 2013 en Noticias

Biblioteca de Lambeth Palace

¿Qué tiene de especial la biblioteca de Lambeth Palace, sede del Arzobispado de Canterbury, en el Reino Unido? Aparte de que es una institución muy prestigiosa, donde se alojan libros de inmenso valor histórico y artístico, Lambeth llegó a las noticias internacionales hace poco por haber recuperado una buena cantidad de los más de mil libros que faltaban en sus estanterías.

No es la primera vez que nos encontramos con una historia de estas características. Siempre ha habido bibliotecarios con las manos largas; como en cualquier oficio, uno puede encontrarse con empleados poco honestos en cualquier establecimiento, y las bibliotecas no podían ser menos. Pero algunos casos son más graves que otros, como demostró Anders Burius al llevarse unos cuantos tomos de la Biblioteca Real de Suecia (podéis leer más en este artículo que publicamos en Lecturalia). Burius se llevó unos 56 libros, casi nada en comparación con los 1400 ejemplares que atesoró un antiguo empleado de Lambeth Palace durante su estancia en dicha biblioteca.

La noticia, de por sí, no es nueva, pero se ha hecho pública ahora que la biblioteca ha podido recuperar y catalogar tantísimos títulos que se creían desaparecidos. Los responsables de esta sabían que faltaban libros, pero estimaban que estos rondarían los 60 ejemplares. Durante la Segunda Guerra Mundial se habían perdido muchísimos libros (se calcula que unos diez mil), por lo que dicho empleado ladrón pudo apropiarse de muchísimas obras sin que nadie sospechase, ya que se llevaba también las fichas correspondientes. Era como si esos libros nunca hubiesen estado allí, o se hubiesen perdido en la guerra. No fue hasta que otro empleado comenzó a notar algunos huecos curiosos en las estanterías cuando la biblioteca se dio cuenta de que le faltaban libros de gran valor.

En febrero de 2011, el bibliotecario de Lambeth Palace recibió una carta del ladrón, que había quedado en manos de un abogado tras su muerte. Contenía una confesión detallada, con instrucciones sobre dónde encontrar las obras. Descubrieron un ático lleno a rebosar de libros robados y fichas bibliográficas, muchísimos más de los sesenta que habían estimado. Hay algunas fichas cuyas obras correspondientes no se hallaban en aquel ático, por lo que se sospecha que el ladrón ha podido vender dichos ejemplares.

Mientras, la biblioteca se afana por restituir los libros, recatalogarlos y que estén de nuevo disponibles al público (muchos de ellos estaban dañados, con páginas cortadas para eliminar el sello del arzobispado o con las pastas rotas, por lo que ha habido también una meticulosa labor de restauración). La biblioteca ha preferido no dar el nombre del ladrón, tal vez porque teme que los libros que siguen faltando puedan ser destruidos si sus compradores temen verse involucrados en todo este feo asunto. Y, como en el caso del robo de Burius, estos no son libros cualesquiera. Uno de los que sigue faltando es un América original de Theodor de Bry, una crónica de las primeras expediciones al Nuevo Mundo, valorado en 150000 libras, unos 180000 euros. Como anécdota, hay que mencionar que hay un viejo decreto que establecía que el propio arzobispo sería responsable del valor de cualquier libro perdido o robado. Estoy segura de que para el arzobispo bajo cuyo mandato se encontraron los libros, Rowan Williams, esta recuperación del tesoro de un ladrón arrepentido ha debido de significar un tremendo alivio.

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