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Software anti-periodistas

AutorGabriella Campbell el 26 de mayo de 2012 en Noticias

Robots escritores

El mundo de la comunicación es, sin duda, uno de los terrenos que han experimentado mayores cambios en los últimos años. Gracias a esto, la noción clásica de lo que significa ser periodista se ha visto transformada de un modo que nunca podríamos haber concebido: su labor como redactor, reportero o, en definitiva, informador, se ha convertido en una función múltiple, con una poderosa crisis de identidad, un personaje del que se espera que, en su versión 2.0, actúe como creador y gestor de contenidos, productor audiovisual, community manager y diseñador, por mencionar sólo algunos aspectos del comunicador contemporáneo. Y parece ser que su actualización tendrá que ser tan versátil que, además pueda crear y mantener sus propias plataformas para obtener ingresos con los que sobrevivir, ya que cada vez es más complicado ganarse la vida en el sentido tradicional del periodismo.

Proliferan, además, blogueros y redactores que trabajan para medios de prestigio de modo gratuito. Ahí tenemos el caso notorio del Huffington Post, cuyos blogueros exigían compensación por el trabajo no remunerado que llevan realizando desde hace más de cinco años. La respuesta de la empresa ha sido clara: nadie los ha obligado a enviar sus colaboraciones, y han contribuido con sus publicaciones sabiendo en todo momento que estas no eran pagadas. Sea cual sea la realidad del asunto, lo cierto es que una parte importante del contenido que proporciona valor a las grandes marcas de comunicación no recibe una compensación económica directa. De nuevo nos encontramos con un desequilibrio de oferta y demanda. Para un bloguero, escritor o redactor, escribir para un medio importante es una señal de prestigio y una aportación indispensable para su currículo; pero al mismo tiempo, tiene derecho a exigir un pago por su trabajo. ¿Pero cómo exigir justa compensación en un mercado en el que el contenido es cada vez más barato?

Muestra de ello es la creciente popularidad de productos como Narrative Science , un software que tiene intranquila a toda la comunidad periodística ya que ofrece la posibilidad de crear artículos coherentes manejando los datos proporcionados por su cliente. Triunfa en empresas como la revista Forbes, que lo utiliza sobre todo para labores de documentación (hablamos de un humano menos que tiene que ponerse a buscar en la red cuánto gana al año tal o cual empresario, de un humano menos que tiene que recopilar esos datos y redactarlos). Los escritos de Narrative Science no ganarán premios de literatura, pero son claros y eficientes, muy útiles a la hora de compilar artículos estadísticos que requieren de una gran cantidad de datos y números disponibles en la red. Puede utilizarse, por ejemplo, para analizar el movimiento de tendencias en Twitter, exponer resultados deportivos (de hecho fue para esto para lo que se utilizó en su primera fase) o, sobre todo, para producir textos básicos de información pura y dura concebidos para el uso interno de todo tipo de empresas.

Pasará mucho tiempo antes de que los escritores tengan que preocuparse de que una máquina pueda sustituirlos, ya que ello implicaría desentrañar fundamentos de calidad literaria que ni los más avispados teóricos tienen muy claros. Pero es posible que cierto tipo de redactor tradicional, aquel cuya función era documentarse y producir un texto básico coherente, podría estar en vías de extinción. Sólo queda reinventarse, a la espera de que los mismos avances tecnológicos que transforman nuestro trabajo a niveles insospechados de profundidad y rapidez, puedan ofrecernos nuevas formas de desarrollarnos como profesionales.

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