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En la más absoluta miseria (II)

AutorGabriella Campbell el 2 de mayo de 2012 en Divulgación

Baudelaire

Como adelantábamos en la primera parte de este artículo, no han sido pocos los escritores que hoy en día se valoran de manera muy positiva, venden libros a raudales y se estudian en los colegios, pero que en vida recibieron escasos frutos de su trabajo (o bien recibieron bastantes pero los dilapidaron de modo rápido e irresponsable). El ejemplo típico de escritor bohemio, pobre y decadente es Charles Baudelaire, cuyas Flores del mal son a día de hoy lectura casi obligatoria, y cuya suerte financiera fue lamentable. A pesar de pertenecer a una familia acomodada, sus hábitos poco rentables (prostitución, alcohol y ropa cara, sobre todo), además de las copiosas sanciones económicas a las que tuvo que enfrentarse por los contenidos escandalosos de sus poemas, lo abocaron a un estado de deuda permanente que se vio obligada a cubrir su madre tras el fallecimiento del polémico poeta y traductor. Con todo, ella misma confesó su satisfacción tras ver cómo la obra de su hijo poco a poco comenzaba a valorarse y a venderse, concediéndole el lugar que ella consideraba que merecía en los anales de la literatura.

Otro caso, bastante sorprendente, es el de Oscar Wilde, debido a su legendaria afición por la buena vida. Al salir de prisión, Wilde emergió como un hombre muy diferente, tras haber realizado un recorrido un viaje espiritual que describió en su epístola De profundis. Aunque retomó su amistad con su amante, Lord Alfred Douglas, las presiones de las familias de ambos finalmente consiguieron lo que la cárcel no había podido: separarlos y terminar de destruir el espíritu pasional de Wilde. Murió de meningitis en un hotelillo de mala muerte, en París, tan sólo tres años después de su puesta en libertad. Años después, su popularidad no haría más que crecer, dejando un jugoso legado literario para sus descendientes.

Y otro que gozó de fama y reconocimiento, pero no mucho dinero, y que murió pobre y ciego en Madrid, fue Benito Pérez Galdós, escritor realista prolífico y autor de algunas de las obras más celebradas en nuestra lengua. Ingresó en la Real Academia Española en 1889, y fue, en 1912, uno de los principales candidatos al Premio Nobel de Literatura, pero al final su muerte sorprendió a todos aquellos que habían olvidado su misma existencia; ni la publicación de sus últimos Episodios Nacionales pudieron proporcionarle cierta solvencia y pasó a ser un ejemplo más de que el éxito literario y el talento no siempre están unidos al desahogo económico. En muchas ocasiones, las grandes ganancias sólo las verán, con suerte, los hijos de tus hijos. En otras, por lo menos podrás evitar el triste espectáculo de ver cómo tus descendientes se pelean con uñas y dientes por una fortuna que necesitaste y que nunca pudiste tener en vida.

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