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El declive de la chick-lit

AutorGabriella Campbell el 12 de marzo de 2012 en Opinión

Vampiros Chick Lit

A los más observadores no se les habrá escapado que en los últimos años se han producido cambios lentos pero llamativos en los expositores de la sección de libros de los grandes almacenes. Donde antes abundaban las cubiertas en colores pastel con rotulación florida e imágenes a lo Jordi Labanda, de repente nos invaden portadas oscuras con títulos en fuentes góticas e imágenes sangrientas. Parece que los vampiros se han comido a las solteras.

En un artículo reciente para el U-T San Diego, la escritora estadounidense Jennifer Coburn se preguntaba si realmente había muerto el chick-lit, ese género dirigido a mujeres que se centraba en la vida profesional y amorosa de sus protagonistas. La propia Coburn afirmaba que si bien no había tenido problemas para vender sus obras allá por el 2003, ahora le resultaba casi imposible. “La chick-lit está muerta”, le dicen sus editores. Coburn asegura que se trata más bien de una resaca, y que siempre habrá un mercado mínimo para este tipo de literatura, o por lo menos lo habrá una vez los lectores se recuperen de la saturación que sufrieron hace unos años, cuando por cada libro de calidad de este tipo que se publicaba, aparecían veinte que no aportaban nada nuevo al género. Sin embargo, incluso algunos de los grandes nombres de la chick-lit se han apuntado a la moda de la literatura para jóvenes adultos. Después de todo, un escritor tiene que comer, y si hay que escribir sobre vampiros, pues se escribe sobre vampiros.

Es innegable que, como en todas las burbujas que explotan, siempre quedará algún superviviente. A veces el talento es suficiente como para que el género escogido sea lo de menos. Escritoras como Marian Keyes, que de todas formas no se conformaba al canon de la chick-lit por completo, al ignorar algunos de los temas clásicos de éste e introducir elementos más oscuros y realistas, seguirán produciendo y vendiendo a un ritmo rentable. Aunque es posible que cambien sus portadas y su clasificación, sobrevivirá la calidad del texto, que siempre gozará de seguidores independientemente de la estrategia de venta. Otros, que se basaban en la repetición de tópicos y de argumentos pseudo-feministas más propios de una revista de moda que de una obra literaria, acabarán en el cementerio metafórico de los autores olvidados, o simplemente aderezarán dichos tópicos con algo de magia, sangre y tensión sexual en vez de zapatos de tacón, tarjetas de crédito y grandes tarrinas de helado. Lo que nos puede llamar la atención es que la sustitución de un género por otro implica que el público objetivo del primero debería coincidir con el del segundo. Puede extrañarnos, debido a que la edad media a la que está enfocada la chick-lit está entre los 25 y 40 años, mientras que el género de vampiros y similares, literatura de “jóvenes adultos”, está más bien enfocada a un público de entre 15 y 25 años. El mundo debe de estar lleno de mujeres de 35 enganchadas a Los juegos del hambre.

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