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La novela póstuma de David Foster Wallace

AutorGabriella Campbell el 12 de abril de 2011 en Noticias

Foster Wallace, Pale King

Algunos de los grandes iconos de nuestro tiempo lo son, posiblemente, gracias a su muerte temprana. Ahí tenemos a Kurt Cobain, al Che Guevara y a Stieg Larsson. Larsson vende libros como rosquillas tras su fallecimiento, Nirvana nunca fue tan popular como tras el disparo fatídico de Cobain, y ahí tenemos las camisetas, llaveros y demás parafernalia del Che. Un caso semejante es el del estadounidense David Foster Wallace, cuyo estatus de best-seller ha crecido exponencialmente desde que decidiera terminar con su vida allá por el 2008.

Y por supuesto ha surgido, como en el caso de Larsson, el peliagudo asunto de la novela póstuma. Lo que tienen los escritores es que, generalmente, suelen escribir bastante, y en el momento de su suicidio, Foster Wallace ya tenía apiladas hojas y hojas de novela, notas y apéndices varios para la que sería su próxima obra, El rey pálido. La novela fue encontrada por su esposa, Karen Green, mientras ordenaba el garaje.

Recientemente, en el New Yorker, que ha publicado por adelantado un extracto de El rey pálido, Jonathan Franzen escribió sobre el tema de la depresión en la escritura, y concretamente sobre la obra de su amigo Wallace. Franzen especifica que, si bien Wallace era indudablemente una persona deprimida, sus obras no lo son, a pesar de sus temáticas acerca del tedio y lo insignificante. Franzen aduce que la cercanía que ofrecía Wallace con sus lectores, la presentación de lugares y textos en los que se podían perder hasta hacerlos propios, era un bálsamo para el espíritu triste y solitario. Lo que no es discutible es que Wallace también era un perfeccionista, y parece ser que esta obra póstuma, que será publicada por la editorial Little, Brown and Company en el próximo mes de abril, está llena de párrafos pesados y complejos que posiblemente el autor no había llegado a editar. La gran cantidad de libretas y documentos repletos de anotaciones indica que la obra no estaba, ni mucho menos, terminada. Así que volvemos a un punto que hemos discutido otras veces en esta página: ¿Justifica la adoración de sus fans y la llamada eterna de la literatura el que se publique una obra que no había sido autorizada por su dueño? ¿Se revolvería Wallace en su tumba de saber que su última creación estaba sin pulir? ¿O el abandono de ésta en un garaje revuelto, junto al terrible estado anímico del autor, indica su absoluta indiferencia hacia el futuro de su rey pálido? El editor de Wallace, Michael Pietsch, ha conseguido reducir más de mil páginas de documentación a 400 páginas de novela, que ha obtenido una recepción crítica más o menos unánime: Si bien El rey pálido no es, ni mucho menos, la mejor obra de Wallace, y no hace justicia a monumentos literarios como La broma infinita, sigue siendo una lectura obligatoria por el tono agridulce del escritor y por su absorbente capacidad estilística. A pesar de todo, uno no puede dejar de pensar que la existencia de una obra narrativamente inconclusa, casi tejida a mano por otra persona, puede ser, más que un afortunado agregado a la carrera ascendente de Wallace, un triste recuerdo de lo que fue un autor brillante.

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