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El ladrón del tiempo, de Terry Pratchett

AutorAlfredo Álamo el 11 de enero de 2011 en Reseñas

El ladrón del tiempo, de Terry Pratchett

Nos llega el libro que hace 26 del inigualable hombre del sombrero, sir Terry Pratchett, maestro del humor y la fantasía que con El ladrón del tiempo comienza a hablarnos de unos curiosos personajes: los monjes de la historia.

Regla número uno: no te metas con un monje anciano y arrugado que sonríe. Esta es una regla muy importante que todo el mundo debería conocer, sobre todo para mejorar la seguridad de los monjes ancianos y arrugados que sonríen.

Regla número dos: A Terry Pratchett nunca se le acaban las ideas.

Tras estos fundamentos podemos comenzar a hablar de El ladrón del tiempo, una divertida novela ambientada, como no, en el mundodisco y que nos traerá a la nieta de la Muerte, Susan Sto Helit –o Señorita Susan, si sabéis lo que os conviene-, en busca de aquellos desaprensivos en busca de atrapar y congelar el tiempo. ¿Quiénes podrían querer algo así? La respuesta es sencilla: Auditores, seres que tienen que catalogar el universo, algo que sería mucho más sencillo si tuviera la bondad de quedarse quieto.

En El ladrón del tiempo también aparecen los monjes de la historia, encargados de que el tejido de la realidad no se rompa demasiado y que, sencillamente, las cosas sucedan una detrás de otra. Vuelve a salir Lu-Tze, el barrendero más anciano, arrugado y sonriente, seguidor de las enseñanzas de Wen y de la vía de la Señora Cosmopolita y maestro marcial del Dejà-Fu. Junto a él aparece Lobsang Ludd, natural de Ankh-Morpork y cuyas habilidades naturales lo convierten en un genio, si hablamos en cuanto al tiempo se refiere.

Pratchett crea una obra divertida y coral, como viene siendo habitual, y aunque muchos de los personajes son prácticamente nuevos logra enganchar con situaciones maravillosas como el viaje en Yeti, las arenas del tiempo, el chocolate de muchas formas y sabores o la actitud general de Susan Sto Helit. Y el quinto jinete, claro. Cómo olvidar al quinto jinete y a su leche de Yak.

En resumen, un volumen más en la línea de Pratchett, recomendable para sus seguidores y que, siendo ya el número 26, no recomendaría para iniciarse en las bromas y guiños de su autor.

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Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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