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Larra y Zola: El nacimiento del cuarto poder

AutorVíctor Miguel Gallardo el 13 de julio de 2010 en Divulgación

Zola, Yo Acuso

Una de las figuras literarias españolas más importantes del siglo XIX fue el madrileño Mariano José de Larra (1809-1837), que aunque escribió algunas obras enmarcadas dentro del Romanticismo (como por ejemplo su novela El doncel de don Enrique el Doliente), es más conocido por sus artículos periodísticos. Éstos, que aparecieron en diversas publicaciones madrileñas firmados con varios pseudónimos, se consideran fundamentales para la consolidación del ensayo en España y del artículo de prensa, especialmente costumbrista y generalmente satírico, y son considerados como literatura con mayúsculas.

Larra, de todas formas, no es un caso aparte: han sido muchos los escritores que, en un momento u otro, han destacado por sus intervenciones (ya fueran periódicas o puntuales) en la prensa escrita. Tal vez, si hablamos de artículo periodístico escrito por un escritor reconocido y que tuviera la mayor repercusión deberíamos, obligatoriamente, referirnos al autor naturalista francés Émile Zola.

Al igual que Larra, que se suicidó, Zola también tuvo un final trágico, aunque aún no se sabe si se trató de un accidente (murió asfixiado por culpa de una estufa) o si se trató de un asesinato. Zola, que ya había sido años atrás muy polémico tanto por sus trifulcas con algunos miembros del oficialismo artístico parisino (criticando su inmovilismo y su veto a obras impresionistas) como por la crudeza de algunos de sus textos. Pero no cayó en desgracia hasta que se inmiscuyó de forma notable en el proceso abierto por traición al capitán del ejército francés Alfred Dreyfus. Dreyfus era un alsaciano de origen judío, que fue acusado de espionaje y de haberles facilitado documentos secretos a los alemanes. En esto subyacía un doble prejuicio de la época: el de que cualquier alsaciano era susceptible de pasarse al bando alemán y, sobre todo, y lo que motivó al fin la polémica, el hecho defendido por múltiples capas de la sociedad francesa de que los judíos no eran de fiar. Dreyfus fue condenado a cadena perpetua en una de las prisiones más temibles del planeta, la de la Île du Diable, en la Guayana Francesa. Aunque más tarde se comprobó que el traidor no había sido Dreyfus, sino el comandante de origen húngaro Ferdinand Walsin Esterhazy, la justicia francesa puso todos los impedimentos posibles a la celebración de un nuevo juicio. Finalmente éste se celebró (tras cuatro infernales años de Dreyfus en la Guayana), siendo condenado Dreyfus de nuevo pero “con atenuantes”, siendo finalmente indultado debido a su lamentable estado de salud. Poco tiempo después fue rehabilitado y reintegrado al Ejército Francés con el grado de Comandante, ejército con el que llegaría a luchar en la Primera Guerra Mundial.

Pero a nadie se le escapa que fue un artículo periodístico del escritor Émile Zola el que supuso un antes y un después en el caso Dreyfus. Zola escribió una carta abierta al Presidente de la República, Felix Faure, que fue publicada en la primera página del diario L´Aurore el día 13 de enero de 1898. Hasta entonces la mayor parte de la sociedad francesa, manipulada por los medios de comunicación afines al gobierno y abiertamente antisemitas, se encontraba totalmente a favor del castigo impuesto a Dreyfus; tras el alegato de Zola, titulado “J´accuse” (“Yo acuso”), gran parte de los intelectuales franceses y de la burguesía urbana tomaron partido por Dreyfus, desencadenándose una serie de revueltas que hicieron notar al gobierno la obligatoriedad de terminar cuanto antes con el asunto. El affaire Dreyfus acabó de forma satisfactoria, pese a la tardanza, para el oficial francés, no así para Zola, que pasó sus últimos años escondido en Londres y que, nada más regresar a Francia, murió en circunstancias más que extrañas.

No existen, desde luego, muchos paralelismos entre Larra y Zola: pertenecieron a movimientos literarios distintos e incluso escribieron para prensa de ideología poco afín, pero qué duda cabe de que el poder de la prensa, un medio que todavía estaba dando sus primeros pasos, ya se estaba gestando: que dos de los mayores literatos del siglo XIX alcanzaran notoriedad gracias a opiniones controvertidas difundidas por la prensa dice mucho de la fuerza con que ya entonces contaba el denominado cuarto poder. Después de todo, y contemporáneamente al asunto Dreyfus, Estados Unidos le declaraba la guerra a España en parte gracias a una campaña orquestada por los medios de comunicación en manos del magnate William Randolph Hearst.

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